miércoles, 28 de octubre de 2009

Sexo en épocas de transición: el problema de hablar de la sexualidad actual desde el Nuevo Testamento

Con relación al tema de las Guías Sexuales, que de nuevo, vuelven a estar en la agenda en Costa Rica, el problema lo he considerado a la luz de lo que se puede o no decir del tema desde el Nuevo Testamento. Esto lo hago porque el N.T. es un texto autoritativo para católicos y protestantes y de su lectura se han derivado concepciones represivas excluyentes sobre la sexualidad. No solo contra la sexualidad como realización de nuestra humanidad en el presente, sino como un mecanismo de control social patriarcal que conlleva la represión de las personas divorciadas, en unión libre o en uniones del mismo sexo. Así que deseo exponer un marco desde donde uno pueda orientarse ante argumentos dogmáticos o doctrinales y confrontarlos con los problemas que emergen de tomar como referencia un grupo de textos que ya casi cumplen los 2000 años de edad.

Lo que parece obvio es que textos tan longevos se expresan dentro de sus ejes culturales propios, los cuales, lejos de ser trascendentes son formas de convivencia de personas concretas en un mundo concreto, así que se trata de textos contingentes. Hecho que no cuestiona su sacralidad pero que la ubica como experiencia humana.

Algunas cuestiones importantes que hoy hemos dejado de lado al leer la Biblia tienen que ver con esa contextualidad de los textos. Por ejemplo, debemos considerar que en el mundo del N. T. no existen formas individualistas de existencia. Un ser humano adquiere su identidad en su linaje, en su familia. Por eso es tan importante que la frase “Jesús, hijo de María” de Mr 6.3 haya sido cambiada a Jesús hijo de José en Mt 13.55; Lc 4.22; Jn 6.42. Lo que esto indica es que en Mr, Jesús es un hijo ilegítimo y su honor está en uno de los niveles inferiores de la estructura social antigua. Mateo no solo corrige este pasaje cambiando la frase de Marcos “¿No es este el carpintero…? por “¿No es este el hijo del carpintero?” sino que al inicio de su evangelio presenta el linaje de Jesús haciendo malabares con la estructura numérica del nombre David en la construcción de una genealogía que ubica a José como un descendiente de este rey famoso. Mientras en Mr, Jesús surge de la nada para ser bautizado por Juan en el Jordán, Mateo hace de Jesús un descendiente de la realeza más destacada de la Casa de Israel.

Pero, si seguimos los principios de las ciencias bíblicas en donde la lectura más difícil es aquella que se acerca más a la original, debemos asumir con Mr que Jesús fue un niño sin padre y un hombre sin linaje, fruto de una forma de relación ilícita. Esto lo observó el CE en 8.41: “¡Nosotros no hemos nacido de fornicación! ¡Un padre tenemos: Dios!” que a todas luces, es un reto al honor de Jesús y por eso le recuerdan la oscuridad de su linaje.

Esto del honor era, hace algunos años, muy importante para ticos y ticas. Se decía por ejemplo “deshonrar” a una muchacha cuando esta había tenido relaciones sexuales antes del matrimonio lo que ocasionaba un problema para toda la familia. Hoy no me parece que esta sea una forma de cualificar a una hija en tales circunstancias considerando que nuestros jóvenes inician sus encuentros sexuales entre los 13 y los 14 años y que 20 de cada cien nacimientos provienen de muchachas adolescentes.

En la antigüedad el concepto de familia resulta sumamente complejo. Consideremos que la viudez era una situación común en aquellos tiempos, también lo era el divorcio. Así que una familia en donde la mujer hubiese enviudado y se casara dos veces más, de las cuales una concluyó en un divorcio, la familia estaba compuesta en la actual situación de nuevo casamiento por: los hijos e hijas de ella con su esposo muerto, y los hijos e hijas que procreara con el esposo actual, más los hijos e hijas que su actual esposo haya traído a la relación. Mientras que los hijos e hijas procreados con su segundo esposo del cual se divorció quedaban bajo la tutela del esposo y apartados de ella. Cuando a esta situación se le agregan las disputas por el honor del primogénito y aquello concerniente a las herencias, la cosa se podía volver sumamente volátil. Esto lo hacen ver claramente las investigadoras Osieck, McDonald y Tulloch en su libro El lugar de la mujer en la iglesia primitiva. El matrimonio responde a aspectos propios de la patriarcalidad de aquel momento y en gran parte la acuciosidad por saber quién es el padre de un hijo o hija es una manera de establecer aquellos que podían o no heredar. El linaje define a la persona y su futuro no depende de ella misma sino de ese linaje. Así también, su lugar social.

David Carr en su estudio Ancient Sexuality and Divine Eros: Rereading the Bible through the Lens of the Song of Songs, comenta:

En esta sociedad las reglas sexuales preservaron el honor del varón, particularmente, el control del varón sobre las hijas casables y su esposa. Las leyes vinculadas al sexo premarital aseguraron que un hombre que tenía sexo con la hija casadera de otro varón efectivamente la desposara y pagara el precio máximo por la novia. El adulterio concernía a un varón que tuviese sexo con la mujer de otro varón, violando los derechos del marido sobre ella. Las leyes especificaban la pena de muerte contra ambos el hombre y la mujer. No hay ley contra un varón casado que tuviera sexo con una mujer que no hubiese sido dada en matrimonio o no casada. No hay mayores restricciones legales o morales en la Biblia Hebrea contra varones casados (o no casados) que tuvieses sexo con prostitutas, prisioneros de Guerra, esclavos o viudas. Como en muchas sociedades del Mediterráneo, prohibían la homosexualidad o la desalentaban enfocando exclusivamente la penetración entre varón y varón, lo que fue visto como una situación en la cual un varón tenía otro rol diferente al suyo, es decir, jugaba el rol de mujer, en consecuencia dañaba el honor del varón. De nuevo, la pena de muerte es especificada. De otra manera, otras formas de relaciones sexuales entre personas del mismo sexo no son mencionadas. Ellos no parecían estar atentos a estos otros hechos.
Imagine un partido político que adoptara un set de “valores familiares” como parte de su plataforma entre los que se incluyan estas reglas:
· Ilimitado sexo entre varón casado con todas las mujeres que no tenían compromiso.
· Ilimitado sexo entre mujeres
· Ilimitado sexo entre varones en tanto no hubiese penetración anal
· Requerimiento de que un varón pagara al padre el precio de la novia luego de tener sexo con una mujer casadera (y se casara con ella indefinidamente).

La sexualidad no resulta un problema como tal en todos los lugares en donde había comunidades del movimiento de Jesús y por ende, no sabemos hasta qué punto se reprimía o simplemente se asumía como un modo de ser. Esto tenemos que tomarlo en cuenta porque no todas las personas tenían el mismo status social, por lo que habrá que considerar como posible que personas creyentes de un status superior tuviesen relaciones sexuales con sus esclavos y esclavas, indistintamente, sin que eso significara romper el vínculo matrimonial, esto parece cierto tanto para los hombres como para las mujeres. Si bien se habla de orgías (sea lo que eso sea), de fornicación y de prostitutas, el Nuevo Testamento no dice “eviten las relaciones sexuales con sus esclavos o esclavas”, esta práctica no se consideraba fornicación. De igual modo que no se puede hablar de una condena expresa a lo que se define como “homosexualidad”, excepto allí en donde existiera penetración anal. Hay muchas áreas oscuras entretejidas en los textos y que bien podrían haber sido omitidas porque no representaran un problema serio o simplemente que eran dadas por sentado como prácticas normales.

Como señalara Moses Finley en su libro Esclavitud antigua e ideología moderna citando el Satiricón de Petronio sobre el testimonio de un esclavo que había alcanzado su libertad: “Y durante catorce años fui el mayor deleite de mi amo, en lo cual hice muy bien, pues el primer deber de quien sirve es obedecer lo que se le manda. Al mismo tiempo era el favorito de mi ama”. (Página 123). También cita a Horacio en cuanto a su predilección sexual por los esclavos de su casa “A mí me gusta un amor fácil y a la mano”.

Esto no significa que los cristianismos expresados en el N. T. hallan, de algún modo, aceptado o promovido la promiscuidad, pero sí tenemos que considerar que lo que para nosotros y nosotras es promiscuidad hoy no necesariamente implica lo mismo que en aquella época. A sido común la lectura etnocéntrica de los textos de modo que se traslada a estos la moralidad de estas épocas especialmente en cuanto el significado del matrimonio monógamo, heterosexual, y la procreación como único objetivo de la sexualidad.

Especialmente en lo que toca al fenómeno social de la homosexualidad, esta no se consideró como un problema de orden teológico, sino como una situación no natural. Pero lo natural habrá que verse desde la biología de la antigüedad. Existió el principio de la “suavidad” que es propio de la mujer como una esencia y, para Aristóteles esto suponía que la mujer era, por naturaleza “suave” y desespirituada, esto tiene que ver con la biología, al mismo tiempo Osieck y Balch (Families in the New Testament World. Hoseholds and House Churches) señalan que las tendencias “activa” y “pasiva” responden a esta dimensión de lo “suave” y lo “duro”, en donde lo suave incluye no solo a las mujeres sino también a la niñez y a varones que no son libres. De modo que el esclavo que se hace delicia del Patrón y la matrona actúa siempre como una ser “suave” e invierte su naturaleza.

Que esa perspectiva tenga alguna vigencia hoy en nuestra cultura es anacrónico y no puede ser considerado como algo autoritativo. Por ejemplo, los esfuerzos de Pablo sobre todo en la carta primera a los corintios no muestra una posición conservadora sobre la corporalidad y la sexualidad. A esa conclusión se llega solo sí dejamos de escuchar a Pablo e imponemos nuestros valores eclesiásticos actuales.

Halvor Moxnes en su artículo: Asceticism and Christian Identity in Antiquity:A Dialogue with Foucault and Paul, apunta sobre 1 Cor 6.9-20

1 Corinthians 6:9-20 9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. 11 Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios. 12 Todas las cosas me son lícitas, pero no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna. 13 Los alimentos son para el vientre, y el vientre para los alimentos; pero tanto al uno como a los otros destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor y el Señor para el cuerpo. 14 Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder. 15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? ¡De ninguna manera! 16 ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella?, porque ¿no dice la Escritura: "Los dos serán una sola carne"? 17 Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él. 18 Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; pero el que fornica, contra su propio cuerpo peca. 19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?, 20 pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

"La prostituta o el prostituto (porne 6.15, 16) se transforma en un símbolo de fornicación (porneia, 6.13, 18), el cual toma dimensiones cosmológicas como lo opuesto al “Señor”. En consecuencia, las relaciones sexuales con prostitutas/os son removidas del área de la moralidad masculina en el contexto Greco-romano y se transforman en una cuestión que lo ubica a uno mismo en la batalla cósmica entre Dios y sus oponentes. Las relaciones sexuales con prostitutas/os fueron comúnmente consideradas como expresiones de la superioridad del varón, en ellas se revelaba el poder de la penetración. Pero en el discurso de Pablo, tales relaciones llegaron a ser el peligro último para el varón cristiano; representaron no su superioridad, sino que las transformó en una unidad fatal ya que unirse a una prostituta o con el mundo, era unirse al ámbito de oposición a Dios. La única manera de preservar la masculinidad, “su propio cuerpo” (6.18) fue “huyan de la fornicación”. La correcta askesis, que es, el ejercitarse uno mismo como un sujeto ético, fue la renunciación a las relaciones sexuales en una manera que ubican al varón cristiano aparte de las normas comúnmente aceptadas de masculinidad en la sociedad greco-romana de Corintio. "

Dando un giro radical con esta perspectiva, Pablo, hace que él cuerpo del varón no le pertenezca sino que ahora, libre o esclavo, su cuerpo no es suyo sino de Cristo. En ese sentido la ascesis se propone no como una lucha entre cuerpo y espíritu, sino como una lucha cósmica en donde el mundo presente caduco y moribundo debe dejar paso al nuevo mundo que emerge en Dios. Entonces, no se trata de una cuestión moral, sino de un posicionamiento entre los referentes dados a priori en el entretejido cultural y aquellos que Pablo piensa como legítimos en este nuevo momento de creación.

Ahora, ¿qué significa esto? ¿Cómo traerlo al presente y a esta discusión? La cuestión sería definir si los cristianismos hoy apuntan a una situación límite entre el orden presente de este mundo y el ámbito de Dios que toma forma en las comunidades de fe. La sexualidad sería una afirmación política de la caducidad de este mundo y por ende, habría que buscar los referentes que constituyen las posibilidades del mundo por venir, o del mundo que está entre nosotros y nosotras en la fe. Este se inscribe en el campo de las utopías no en el de la moral. El N. T. a duras penas podría proponer una moral a secas. Sería más bien, una manera de llevar la vida en el contexto de la transición entre un mundo que muere y el que está viviéndose en las comunidades.

El punto, en mi criterio, sería que a menos que hagamos una lectura apropiada del Mundo Bíblico en sus entretejidos culturales, eso que se suele definir como “Palabra de Dios” no es otra cosa que palabra del mundo disfrazada de luz.

Debo subrayar que, en razón, a la brevedad del tiempo, me he limitado solo a enunciar cuestiones, pero cada una tiene suficiente fundamentación como para poner de cabeza las fórmulas moralistas que se han deducido de los escritos bíblicos. Lo que hoy sabemos es necesario incluirlo en las reflexiones que hagamos desde la fe, si eso no ocurre, entonces, habrá que tener la capacidad de aceptar que hemos malversado esa “Palabra de Dios”, la hemos hecho no lenguaje humano, sino lenguaje idolátrico y con eso, preferimos el pago en víctimas humanas inocentes al respeto y la libertad humana como ejercicio de un consenso. Para quien se ha apoderado de la Verdad esto no es necesario y actúa con el poder conferido por este mundo. La moral se impone, la ética se conversa y se sustenta en el respeto al otro, porque ese otro es legítimo y habrá que descubrir qué acciones resultan mortales para nuestras comunidades y cuáles, aunque extrañas, pudiesen aportar dignidad.