sábado, 19 de mayo de 2007

Mutar la basura en jardines

Este tipo de milagro, aunque raro, sucede. He sido testigo. Verlo con mis propios ojos me ha transformado profundamente. Cuando escuchamos el nombre Guarari, usualmente pensamos en uno de los lugares más peligrosos de Costa Rica. Probablemente es cierto. Pero no es toda la verdad. Guarari es un lugar que vive el realismo mágico. Simbiosis de espíritu de amor por la vida, amor gratuito por la vida y organizaciones delincuenciales.

Al costado Oeste del residencial Nísperos 2, esta la entrada a un grupo de tugurios que se conoce como Cuenca Norte, y que pasa detrás de los ranchos de Villa Paola. Existe, paralelo a esa entrada un rótulo que indica NO BOTAR BASURA, no obstante, como muchos otros rótulos con indicaciones parecidas en Costa Rica, la gente usualmente los usa como referencia para hacer lo opuesto. Este es nuestro caso. Ese rotulo se levanta solitario entre un mar de basura. Basura hedionda coloreada por botellas plásticas de Coca Cola, Fanta, First, Tropical, cartones de leche Dos Pinos Tetra Brick, azul o la más acuosa de caja blanca. Es un mar que puede tener unos doscientos metros cuadrados (el día en que la vi.) y cuyo olor fétido se podía percibir a distancia.

Este panorama seria normal para un barrio que ha sido caracterizado por la violencia y la criminalidad.

Pero, y este pero si vale, existe el otro Guarari, allí, entremezclado pero vivo y fuerte, esforzado y beligerante en el amor por la vida y este otro Guarari ha logrado transformar espacios ricos en basura junto a las cuencas de la Quebrada, en dos grandes jardines y sembradíos de frutas. Uno de ellos ha sido la obra de un anciano de 90 años oriundo de Guanacaste, Don José Maria. Tiene aguacates, mangos, caña de azúcar y su trapiche manual. Esta casi ciego y con las enfermedad propias de su edad. Cuando lo conocí estaba trabajando en la confección de un Pilón.

El otro lugar, mas emblemático, se denomina "Indioparque". Este es un parque, efectivamente cultivado de higuerones y frutales por don Eduardo Villalobos oriundo de Limón. Quince años ha trabajado don Eduardo en este lugar, saco 7 años de basura acumulada en la cuenca en donde se ubica, tengo una foto de el posando junto a un árbol que sembró al llegar y que hoy alcanza 25 metros de altura.

Conviven con esta familia, ardillas, iguanas y zorros, además de cientos de aves. Es un espacio de vida, en donde el ser humano ha logrado sacar el espíritu de amorosidad que le hace humano. Miren, se pasa un puente sobre la quebrada y se accede a la modesta vivienda (o rancho), pero al dar vuelta a la derecha se enfrenta uno, sin previo aviso, de la forma mas brutal, a un rincón cubierto de bruma por la humedad de este bosque valiente que creció entre la basura y el humo del fogón. Es un galerón pequeño, con sillas, mecedoras, y el fogón en un espacio breve, como para no incomodar a la naturaleza que empieza a volver a sentirse en casa. Un poco mas allá, unas gradas hechas con llantas llenas de material, tierra y piedras que te llevan por un arco entre el bosque, desde donde se puede ver la infinita voluptuosidad de un orgulloso árbol de 30 o mas metros de altura con una circunferencia de 20 metros saturado de flores moradas que se entrelazan con el verdor de otros tantos árboles anónimos que se abrazan.

Guarari es un bosque. Bueno, es un bosque en camino de serlo. Más bien, seria un bosque si viéramos los árboles hermanados con vecinas y vecinos en la recuperación de un sitio especial, maravilloso, en donde convivir niños y niñas, con ancianos y ancianas de humanos, plantas y animales. Un lugar que podría contar las historias del mundo, que hablaría del espíritu Caribeño y Latinoamericano.

Ese jardín de corazones amorosamente calientes se reunieron hace unos días, vecinos y vecinas de las 25 y mas subsecciones que han ido a para allí por razones y situaciones tan diversas, innombrables. Pues bien se reunieron para organizarse para apoyar, sin distingo, a las comunidades humanas que allí habitan, porque este año, el invierno, se vino antes. Y cuando aquí llueve, gracias al hacinamiento y al Mall Paseo de las Flores que no cuenta con planta de tratamiento de aguas y que lanza las suyas a esta quebrada que lo es por el terreno pero que esta sembrada de hogares habitados por personas y esos ranchos que son hogares de familias, son abordados por el agua, mojando muebles, arroz y esperanzas cada invierno. Pues para apoyar a esos ranchos de mierda, donde están los maleantes, donde se encuentran los bunker y se puede perder un elefante, se reunieron para prepararse desde mucho antes para apoyar a quienes serian sus enemigos.

Así que Guarari es un jardín humano y empieza a serlo ecológicamente. En cada planta que nace y crece los y las vecinas encuentran una esperanza para reiniciar sus luchas de cada día: buscar comida, cuidar a las hijas y los hijos, cuidar la casa, trabajar, soñar, reunirse para ver que falta en la comunidad, a quien se ayuda, con quien compartir del corazón, a quien remendarle el que lleva puesto. Es curioso que, como tantas veces, los medios nos llenan de temor con noticias sobre brutales acciones, mientras omiten a quienes han dejado fuera el temor de amar y aman y viven libres en el amor gratuito, en la espiritualidad de la vida y se donan cada día. Sin embargo, entiendo que estos y estas no pueden ser héroes o heroínas, porque el día que lo sean esta sociedad tendrá que aprender que la única mierda que existe, y que es irreciclable es aquella que ha inundado nuestro corazón con la gigantesca frase "que me importa a mi".

Con todo mi corazón y mi admiración para los y las comunitarias de Guarari.


Francisco Mena